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Jimmy, o Sir James

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Hace un tiempo asistí en Gales a una fiesta de alto nivel, entendiendo por alto nivel como un lugar empalagoso de glamour donde los hijos de los altos ejecutivos de la City se emborrachan con cócteles de a treinta libras la copa.

Me llamó la atención el señorito Jimmy -Sir James para los camareros- un rubiales clavado al primogénito del príncipe heredero, alto y bien formado, del tipo de los que practican tenis y equitación.

Jimmy se sabe el rey de la fiesta, charla con unos y otros, sonrie estirando mucho los labios, da palmas en el hombro a sus colegas y toma por la cintura a las ladies, esas muchachas de pelos lacios en distintas tonalidades, todas entaconadas en sus sandalias, con sus vestiditos de florcillas color pastel que dejan imaginar lo suficiente como para hacer enfebrecer a cualquier marine. A cualquier marine, pero no a Jimmy. Jimmy sopesa la carnaza. Él sabe que cualquiera de esas orquídeas criadas entre algodones abrirán sus piernas ante una escueta palabra suya. Calibra las pantorrillas de la barbie en rosa, el escote, en verde, de la barby animadora. Sin comerse mucho el tarro, se decide por la del chochito más abierto, y digo abierto porque sus muslos son incapaces de cerrarse del todo dado el amplio espacio entre sus piernas, debido a la ausencia de carne en ellas. Toda ella huesitos salvo esas tetolas encabritadas y puntiagudas. El pijo James no tarda dos martinis en seducirla al modo cuchicheos en la oreja, tomada la manicurada manita.

Pronto, ni medio martini más tarde, la invita a salir porque dentro no se fuma y sir James padece de ciertos vicios. Ella le acompaña y sus amigas les miran coloradas de envidia, los bellos rostros descompuestos ¡brujas de mil años parecen! lindas brujas malvadas encorsetadas en cuerpos adolescentes.

Jacquelin, que así se llama la princesa electa, camina altiva aunque temblorosa, meneando la sedosa melena. Jimmy la lleva cogida de la enjoyada mano y todo el mundo les mira. Ella se sonríe  y se muestra indolente. Pero una vez fuera, los dos solos, le ataca el pánico a fallarle al dandy. Sobre todo porque él no se anda con chiquitas y nada más traspasar el portalón de salida le toquetea aquí y allá con sus dedos de pianista. Ella ríe con gorgoritos que se le escapan nerviosos de los labios de fresa, evidenciando su estupor. Espupor que a Jimmy se la trae al pairo. No duda en apoyarse cómodamente en la pared y ceñir a la chica fuertemente, pubis contra pubis, de modo que ella dobla su torso hacia atrás porque acercar su cara a la de él le debe resultar temerario. Jacquelin, para ganar tiempo, habla. Se pone a parlotear a toda velocidad haciendo ojitos y pucheros y Jimmy la mira, de los ojos al escote, del escote a los labios, saboreando de antemano el pastelito que va a zamparse.

Sus sexos están separados tan solo por las sucintas bragas de ella, la gasa del vestido, la tela del pantalón de hilo de él y el calzoncillo. El futuro lord disfruta con ese contacto. Está contento con el chochito hight quality que ha escogido para esta noche y en el que tiene toda intención de inyectar su verga rosa decorada con pelusa rizada color amarillenta.

Jimmy no termina su cigarro. Sin darle más vueltas al asunto entrega las llaves al portero para que le traiga el

Litografía hecha para "Libro prohibido de juegos para adultos", s.XIX

Litografía hecha para "Libro prohibido de juegos para adultos", s.XIX

Lamborghini y, una vez delante, deja que sea el otro el que abra la puerta a la mariposa de la boca de rosa. Ella entra en el buga y él aprovecha para ojear el culo raspado con todo descaro. Incluso tiene la indecencia de guiñarle un ojo cómplice al portero cuando ella, ya acomodada en el deportivo de sillones de cuero color violeta, no puede verle.

Arranca presumiendo de motor, y se van.

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